Una vida para educarse
Aunque con frecuencia las personas teman tomar decisiones para toda la vida, hay tareas que nos vienen dadas de ese modo, como la educación. Esta debe ser oportuna, integral y continua (toda la vida) para humanizarnos, que es el deber ser de nuestra existencia. Todos, sin importar la edad, el lugar o la actividad que realicen, pueden seguir perfeccionándose; sea en sus competencias operativas, virtudes y capacidad de amar. Esta es una misión a la que no debemos renunciar ya que nos engrandece.
El hombre es un ser inacabado, va haciéndose en el tiempo, por su capacidad de autodeterminación puede ir por el camino que elija. Debe elegir constantemente, por lo que necesita claridad para optar por el bien. Debe aprender a conocer y querer.
Esta tarea requiere de la apertura del aprendiz y ayuda externa. En los primeros años de vida, la influencia externa es más determinante; luego, lo primordial es el interés personal. Por tanto, es fundamental que en el hogar y la escuela se cultiven buenos hábitos morales e intelectuales. Vista la realidad y la gran desigualdad que existe en el Perú, la educación debe ser el gran desafío del estado.
Aristóteles decía que para un estado es fundamental la educación y si decae, el estado será seriamente afectado. Así, la prosperidad de un país la determina el nivel educativo de su gente: no solo la educación de competencias productivas sino, principalmente, la formación en valores. Los países con desarrollo sostenible, buenos índices de felicidad y bajos niveles de desigualdad y corrupción han priorizado la educación; situación deficitaria del Perú donde persisten las brechas.
Ejemplos de estas: en horas de clases, los Colegios de Alto Rendimiento desarrollan 2135 horas al año; y 1600, los de Jornada Escolar Completa; en acceso a educación superior, según el INEI (2018), solo el 31,2% de los jóvenes de 17 a 24 años está matriculado en educación superior. A nivel regional, Moquegua alcanza el 45,1%, Piura el 26,1% y Loreto el 19,3%); en rendimiento académico (Resultados en Matemática de PISA 2014), Perú, Colombia, México y Brasil muestran un desfase equivalente a 3 años de escolaridad, por debajo del promedio de países de la OECD.
Evidentemente, esta diferencia no es por falta de capacidad. Las personas de un determinado ámbito no son superiores a otras: no hay ciudadanos de segunda clase. Todos tenemos inteligencia y voluntad potencialmente infinitas. Lo que se necesita es acceso a escenarios realmente edificantes y buena disposición para forjarse un crecimiento auténticamente humano.
Asumir la educación como una tarea de toda la vida libera a la persona y perfecciona la sociedad. Nos conviene cooperar siempre con una educación de calidad para hacer posible un mundo mejor. Hagamos este propósito en el Día Internacional de la Educación.