La informalidad invisibiliza al talento y atenta contra la dignidad

El 71% de la población ocupada en Perú trabaja en condiciones de informalidad, según cifras del INEI al cierre de 2024. Esta cifra revela un problema estructural persistente que impacta negativamente en la economía nacional y en la calidad de vida de millones de trabajadores.

Así lo analizó Ariana López, docente de la Maestría en Gerencia de Talento Humano de la Escuela de Postgrado de la Universidad Tecnológica del Perú (EPGUTP).

La informalidad laboral sigue siendo uno de los principales desafíos del país. Afecta sobre todo a sectores como comercio, agricultura, construcción y servicios. Esto refleja una desconexión entre las normativas laborales y la realidad del mercado.

Entre las principales características del empleo informal, la experta mencionó la ausencia de contratos, la falta de beneficios sociales y el uso inadecuado de figuras contractuales. Incluso en empresas formales se recurre a la tercerización desnaturalizada o contratos temporales encadenados que impiden al trabajador acceder a derechos plenos.

Además, resaltó que las causas no son únicamente económicas. La falta de calidad educativa, la escasa cultura de cumplimiento y valores, el desconocimiento normativo y la desconfianza institucional forman un ecosistema que normaliza la informalidad.

Impacto en el desarrollo profesional

Según López, la informalidad limita el crecimiento técnico, profesional y humano del trabajador, porque generalmente no hay acceso a formación, retroalimentación ni oportunidades de ascenso. Esto repercute también en el futuro del colaborador y sus oportunidades de desarrollo: no se generan aportes previsionales, no hay historial formal y se restringe el acceso al crédito o a una pensión digna, entre otros factores que aportan a salir de una situación vulnerable.

La informalidad invisibiliza al talento, precariza la cultura laboral y frena la competitividad. El Perú necesita políticas y sistemas que simplifiquen procesos y sean entendidos por todos, que se eduque en ciudadanía económica desde el colegio y se promueva una formalización inclusiva y no punitiva.

Ariana López insistió en que el camino hacia la formalización no debe ser percibido como una carga, sino como una oportunidad. La formalidad es una apuesta por el crecimiento, la sostenibilidad y, sobre todo, por la dignidad de quienes hacen posible que una empresa funcione: las personas.

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