Hígado graso no alcohólico: ¿Qué es y cómo se previene?
En los últimos años el número de pacientes con hígado graso no alcohólico se ha incrementado considerablemente. Esta enfermedad está asociada a malos hábitos alimenticios, sedentarismo, obesidad, sobrepeso, diabetes tipo 2, triglicéridos altos y resistencia a la insulina.
Se produce cuando hay más del 5% de grasa en el hígado asociado a la ingesta de carbohidratos (azúcar, arroz, papa, galletas, pan, fideos, gaseosas, etc.), exceso de peso y falta de actividad física.
La doctora Adelina Lozano, gastroenteróloga de la Clínica Ricardo Palma, explica que en algunos casos esta enfermedad es asintomática y el hallazgo se realiza durante el chequeo médico cuando la ecografía encuentra hígado graso o elevación de las enzimas de inflamación hepática llamada transaminasas.
«El mejor tratamiento para combatir esta afección es bajar de peso. Existen dos tipos de hígado graso, uno que no tiene fibrosis con bajo riesgo de cirrosis; y otro con fibrosis hepática con altas probabilidades de desarrollar cirrosis y cáncer de hígado», refiere la gastroenteróloga.
Por ello, es muy importante que el paciente se haga las pruebas correspondiente para saber si tiene hígado graso con fibrosis o no. Esto permite al especialista prescribir el tratamiento más adecuado para cada caso.
Bajar de peso, dejar de beber alcohol, mantener controlada la resistencia a la insulina y la diabetes son factores claves para que el cuadro de hígado graso no se complique y disminuir el riesgo de sufrir cirrosis.
Al respecto, la especialista precisa que la fibrosis hepática puede ser reversible en estadios iniciales o incluso si la fibrosis avanzada no llega a ser cirrosis. Cuando hay cirrosis sobre todo con desarrollo de varices esofágicas no es posible la reversibilidad.