El pivote digital de América Latina
Por Sebastian Sack, Vicepresidente para América Latina de Softline.
Nadie duda del impacto desproporcionado que la pandemia de COVID-19 ha ejercido sobre América Latina. En términos puramente económicos, el año pasado la producción de la región se redujo en un 7%, en comparación con una contracción mundial del 3% (la peor de todas las regiones analizadas por el FMI), mientras que los empleados trabajaron en promedio un 16% menos que durante el año anterior, casi el doble de la reducción a nivel mundial. Y esto sin tener en cuenta la tragedia y las pérdidas experimentadas en los hogares de América Latina.
Sin embargo, la crisis ha revelado una característica particularmente latinoamericana, cuyo impacto se sentirá mucho después de que hayan pasado las infecciones y las restricciones: la capacidad de adaptación. Soy perfectamente consciente de las fortalezas y las carencias de nuestra región; lo que nos falta en términos de planificación y previsión convencionales, lo compensamos con creces en la capacidad de improvisación para resistir y responder a los choques (económicos y de otro tipo).
Así, por ejemplo, el comercio electrónico se ha convertido en una opción por defecto para los consumidores, tanto si compran productos básicos como otros bienes. Según la misma investigación (realizada en octubre de 20), la imposición del cierre en varios países de América Latina correspondió con una (casi) duplicación de la actividad del comercio electrónico: del 45% de penetración al 83% en su punto máximo.
Obviamente, este dramático cambio es evidentemente el resultado de los cierres de tiendas tradicionales y de las restricciones comerciales; el 59% de los encuestados declaró haber aumentado su gasto en comercio electrónico durante la pandemia, y el 17% de ellos realizó compras por primera vez.
MercadoLibre, la mayor plataforma de comercio electrónico de América Latina, por ejemplo, ha visto aumentar los niveles de tráfico en un 80% durante el año, hasta más de 130 millones; de nuevo, esto habría sido inconcebible en tiempos normales.
Y es probable que estos hábitos se mantengan, no sólo mientras dure la crisis sanitaria, y no sólo en el contexto del comercio minorista.
Según los analistas de IDC, a finales de 2021, casi tres cuartas partes de las medianas y grandes empresas de América Latina estarán más cerca de adoptar los servicios en la nube, y avanzarán a un ritmo más rápido (que antes de la pandemia).
Esto representa el impacto real, y el potencial, del llamado pivote digital de América Latina. El cambio drástico y concertado hacia las experiencias digitales en casi todos los aspectos de la vida cotidiana; desde la prestación de servicios públicos, hasta la banca y las finanzas; desde las compras en línea hasta la educación basada en la web.
En Perú, el Gobierno está promoviendo la digitalización de toda la cadena logística del país mediante un decreto legislativo. El decreto, anunciado el 10 de mayo de 2020, describe la mitigación de los efectos del COVID-19 como un objetivo principal de la legislación, pero los beneficios se extenderán más allá de limitar la propagación del virus.
Además de reducir el contacto (humano) y aumentar la eficiencia, las nuevas medidas impulsarán la transparencia y la reducción de los costes del transporte de mercancías. Así, por ejemplo, acorde al Banco Interamericano de Desarrollo BID, Perú ha duplicado el porcentaje de personas que hicieron un trámite en línea, este 2021, en relación a los servicios públicos y la pandemia.
América Latina se ha visto especialmente afectada por esta pandemia, pero hemos demostrado nuestra capacidad para improvisar y adaptarnos rápidamente a la nueva normalidad. La clave será configurar el futuro de manera que todos los segmentos de la sociedad y el comercio se beneficien: desde los consumidores hasta los empleados, desde las empresas hasta las comunidades locales.
Esto representa el verdadero reto, y la oportunidad, del pivote digital de América Latina.