El impacto social detrás del Coronavirus

Lima, febrero del 2020. En el marco de la cancelación del Mobile World Congress, uno de los eventos más importantes en materia tecnológica por seguridad de los asistentes a causa de la crisis sanitaria en la que se encuentra el mundo entero, los gobiernos, instituciones de salud, comunidad científica, tienen centrada su atención al desarrollo del Coronavirus, el cual ha sido nombrado oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el Covid-19. Asimismo, las autoridades calculan que, a nivel global, la enfermedad ya ha causado más de mil muertes y se han fortalecido los protocolos de contención.

Las noticias sobre el virus han acaparado los medios de comunicación, el internet y las redes sociales.

Los síntomas más comunes del coronavirus incluyen tos, dolor de garganta, fiebre y sensación de falta de aire. En casos más graves, observados principalmente en personas mayores o aquejadas de otras afecciones médicas graves, la infección puede causar neumonía, dificultad importante para respirar, fallo renal y la muerte.

La amenaza pandémica del coronavirus está compartiendo la visibilidad de predecesoras como el SARS (2002), la gripe aviar (2004), la pandemia gripal (2009), el ébola (2014) y el virus zika (2016), al ocupar un espacio destacado en los diferentes medios de comunicación. Hoy en día se han podido observar imágenes contundentes de ciudades de millones de habitantes con las calles desiertas por los toques de queda o de personal médico en trajes aislantes entrando a cruceros en cuarentena.

La información también se ha enfatizado en la propagación a otros lugares fuera del foco de infección.

Desde ahí empieza el impacto de una enfermedad más allá del contagio y es el que ataca la mente de las personas. El miedo desmesurado de algunas personas es consistente con lo que se conoce sobre la percepción de riesgo, las cuales se evidenciaron a través de investigaciones realizadas respecto al juicio humano y la toma de decisiones.

En este sentido, la alerta social creada en relación al Coronavirus, hace que ciertas dimensiones de personalidad como el neuroticismo y el uso excesivo de internet relacionado con la salud, desencadenen la manifestación de sintomatología ansiosa. En casos en los que existe cierta vulnerabilidad, puede darse el trastorno de ansiedad por enfermedad, también denominado hipocondría.

Este trastorno implica preocuparse excesivamente por padecer o poder contraer una enfermedad grave. Las personas que sufren ansiedad por enfermedad pueden presentar ciertos síntomas físicos y considerar que están relacionados con el virus o pueden creer que las sensaciones corporales normales son síntomas y signos de estar infectados.

La información referente al brote puede afectar a personas que padecen este trastorno de forma diferente que la población general. Es así como las personas sin ansiedad pueden experimentar cierta aprensión o incomodidad cuando leen alguna noticia relacionada a la enfermedad. Los pacientes con hipocondría suelen tener una de las siguientes dos reacciones instintivas ante epidemias o la posibilidad de infección: bloquear completamente el pensamiento, lo que refuerza su severidad mediante el uso de imaginación u obsesionarse con el miedo e iniciar una investigación sobre el virus y todos sus síntomas.

En este sentido, los pacientes con hipocondría o trastornos de ansiedad no se concentran en cuán probable o improbable será contraer una enfermedad; se enfocan en lo catastrófico que será si sucede, lo cual conlleva un aumento progresivo de la sintomatología ansiosa en estos tipos de psicopatología ante alarmas sociales creadas por un brote.

La experta de la Universidad Internacional de Valencia indicó que, al ser una nueva amenaza, el Covid-19 podría aumentar los niveles de ansiedad, ese efecto se ha asociado con la amígdala, estructura cerebral relacionada con la detección de la novedad y en el procesamiento del miedo. Por este motivo, a menudo las personas reaccionan poco a las amenazas familiares, por ejemplo, la gripe en España en la temporada 2018-2019 causó 6.300 muertes. Sin embargo, entre los colectivos en los que está recomendado vacunarse, únicamente lo hizo el 42.2%.

Esto puede explicarse debido a que la mayoría de las personas han tenido gripe y han sobrevivido, o conocen a alguien que lo ha hecho, por tanto, su percepción de riesgo respecto a esta es menor que ante una amenaza nueva de la que no se tienen referencias.

Otro factor relevante en estas situaciones es la comunicación, si se proviene de una fuente que el público considera creíble, es esencial para contener el miedo durante una epidemia. Las administraciones tienen la difícil tarea de explicar el riesgo y decirle a la gente cómo actuar sin generar alarma.

Estudios realizados indican que los medios de comunicación pueden ser un aliado cuando difunden información precisa y útil, especialmente para las personas que son más vulnerables al estrés y la ansiedad. Por ello, es importante que los medios expliquen lo que las personas pueden hacer para protegerse.

Para concluir, la experta aseguró que ante estos episodios es conviene mantener la calma, informarse de manera adecuada para poder tener una perspectiva general y objetiva de la epidemia y de su real magnitud para aplicar las medidas preventivas recomendadas por entidades de referencia.

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