Didáctica para la Virtualidad
El e-learning tiene más de 20 años de desarrollo en el mundo. Sin embargo, uno de los efectos de la pandemia del COVID-19 ha sido la abrupta y masiva migración desde la presencialidad hacia las plataformas virtuales para trabajar, relacionarse y capacitarse.
A nivel de la capacitación, este cambio implica más que el mero traslado de las prácticas de formación habituales en las empresas e instituciones educativas (por lo general, de carácter presencial) para realizarlas frente a una cámara con el soporte de una plataforma de comunicación. En ese sentido, los capacitadores están obligados a buscar entre distintos recursos tecnológicos (Zoom, Hangouts, Microsoft Teams, entre otros) que les permitan llegar a su audiencia con cierto nivel de acercamiento e interacción.
Más allá de la tecnología, la formación virtual ha generado cambios a nivel de la didáctica, del manejo de los tiempos y las dinámicas. A su vez, ha creado la necesidad de desarrollar nuevas habilidades, no solo técnicas/tecnologías, sino también a nivel de diseño y transmisión del conocimiento, entre otras competencias. Todo ello para llegar a los participantes y obtener resultados óptimos.
A nivel de la educación virtual hay una serie de desafíos que los capacitadores deben afrontar:
1. Cambiar de mentalidad. Al inicio de la pandemia, los facilitadores adaptaron los contenidos que ya tenían para la capacitación presencial y trataron de hacerlo igual en la virtualidad. Esto ha sido un problema que demoró su cambio de chip. No se trata de adaptar lo que uno tiene, sino de volver a diseñarlo e incluso repensar los objetivos del trabajo a realizar.
2. Dar mayor importancia a los contenidos. La mayoría de los capacitadores estuvieron muy concentrados en qué hacer con la tecnología.
Si bien fue y sigue siendo una necesidad adecuarse a nuevas plataformas, apps, recursos, etc., en muchos casos se descuidó el trabajo pedagógico: cómo organizar los contenidos, cuánto, cuándo, cómo. El tiempo de trabajo debe lidiar con todas las particularidades que trae consigo la nueva normalidad.
3. Cambiar de metodologías o la forma de implementarlas. Si bien algunos capacitadores sienten que se han adaptado, en lo concreto lo que ha ocurrido es que traspasaron sus clases de un entorno al otro. Por ejemplo, se siguen planteando casos de negocio con una extensión similar a la que solía tenerse en la presencialidad. Sin embargo, no hay posibilidad de que las personas trabajen con la misma extensión de lectura, de profundidad y de complejidad por la cuestión temporal que se detallaba y porque la posibilidad de la participación del docente para resolver se ve restringida en un entorno virtual.
4. Generación de valor. Se debe repensar la forma en que los docentes, formadores y facilitadores agregan valor al curso. Las habilidades que podían ser valiosas en la presencialidad -por ejemplo, hacer excelentes brief- no necesariamente lo son en la virtualidad.
5. Claridad y planificación. Los docentes tienen que ser claros en sus explicaciones y planificar mucho más las consignas de las actividades, para que la información llegue a las personas cuando éstas la necesitan. Además de mostrar y explicar lo que hay que hacer, se debe reforzar en una placa o en el chat. Tener menos canales para percibir la comprensión de los estudiantes requiere asegurarse de que la comprensión ocurra apelando a todos los medios posibles.
Debido a la pandemia y a las dificultades sanitarias para contratar formadores externos, muchas empresas están apelando a la formación interna, capacitando a su personal para satisfacer las necesidades de capacitación que antes cubrían con expertos externos. Esto genera un cambio de perfil, dado que este personal no necesariamente tiene experiencia previa en formación profesional
Hoy, en cambio, cuando un capacitador pregunta cómo les fue a los participantes de una capacitación encuentra personas con las cámaras apagadas, con ropa inadecuada o pensando en los hijos. Esto hace que se deban buscar y aplicar nuevos mecanismos para tener un adecuado feedback.
Así las cosas, un formador debe organizar y planificar con antelación las capacitaciones, necesita desplegar habilidades como la adaptabilidad, la flexibilidad y la empatía, incluso más que antes.
Además de lo anterior, los formadores deben considerar otros aspectos, tales como:
1. Cuidado personal. La enseñanza virtual está siendo muy demandante, por lo que los formadores tienen menos tiempo libre. Esto los obliga a descansar mejor y cuidar su salud.
2. Ensayo y error. Se necesita aprender que, si algo sale mal, después puede hacerse bien. Dicho de modo coloquial, si te caes, debes pararte y aprender del error.
3. Ejercicios de empatía. Antes de comenzar a preparar la presentación en Power Point, el capacitador debe saber qué necesita aprender el participante y, a partir de ello, estructurar el curso.
4. El curso es para los otros, no para uno mismo. A diferencia de la capacitación presencial, el capacitador se ve a sí mismo todo el tiempo en el entorno virtual. Entonces, para ejercer una verdadera empatía, se debe tener en cuenta que el taller es para los otros y poner el foco en ellos.
Finalmente, más allá de preocuparnos por todos los cambios que trae la virtualidad, hay que considerar que la pandemia del coronavirus está creando una gran oportunidad de renovarnos como profesionales.