Cuando la hotelería cusqueña se vuelve guardiana del patrimonio

A más de una década de su proclamación como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, Machu Picchu sigue siendo el mayor símbolo del legado cultural del Perú.

Cada 7 de julio, se conmemora el reconocimiento global de este santuario histórico y su importancia para el turismo mundial. Esta celebración adquiere especial relevancia este 2025, con proyecciones del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) que estiman la llegada de entre 80,000 y 100,000 turistas al Cusco en la temporada alta, generando un impacto económico superior a los S/ 43 millones y una ocupación hotelera que superaría el 90 %.

En este contexto, el sector hotelero viene asumiendo un rol protagónico en la conservación del patrimonio cultural de la ciudad. No solo alojan a los visitantes, sino que funcionan como espacios que resguardan, promueven y transmiten la historia viva de la región. Arquitectura, arte, lengua y gastronomía se convierten en herramientas para que el turista se conecte con la esencia cusqueña.

Hoteles que son parte de la historia

La tendencia a conservar y poner en valor las estructuras tradicionales ha cobrado fuerza en alojamientos de distintos segmentos. Así, se han restaurado antiguas casonas coloniales que hoy ofrecen al visitante una experiencia inmersiva en espacios cargados de historia. En otros casos, se integran huertos ecológicos que enseñan técnicas agrícolas ancestrales o se organizan talleres como la pachamanca, generando momentos de conexión cultural con la identidad andina.

Hoteles como los ubicados en antiguas casonas virreinales del centro de Cusco o aquellos enclavados en antiguos caminos incas del Valle Sagrado, son ejemplos claros de cómo el sector turismo puede fusionar la cultura con la hospitalidad.

Este es el caso de Aranwa Cusco Boutique, que funciona en una casona colonial del siglo XVI. Este espacio, ubicado en el corazón de la ciudad, conserva techos artesonados originales, pinturas virreinales y mobiliario restaurado, que lo convierten en una suerte de museo viviente.

Los visitantes no solo duermen entre paredes cargadas de historia, sino que acceden a una galería de arte virreinal que forma parte del recorrido cultural del hotel o Aranwa Valle Sagrado, que ha restaurado una antigua hacienda del siglo XVII, respetando su arquitectura e integrando elementos que conectan al visitante con la cosmovisión andina. El hotel también promueve actividades culturales como clases de cocina tradicional y exhibiciones textiles

Estas propuestas reflejan cómo es posible unir hospitalidad, historia y sostenibilidad en un mismo concepto. Cada vez más alojamientos combinan lo patrimonial con un enfoque social, integrando pasado y presente en una experiencia sensorial y significativa para el viajero.

Cultura como motor económico

"Nosotros intentamos respaldar la infraestructura de los hoteles con la idea de promover la cultura de Cusco. Los espacios deben estar pensados no solo para el descanso, sino también para educar al viajero nacional e internacional sobre la riqueza del patrimonio cusqueño, como lo hacemos en Aranwa Cusco Boutique y Aranwa Valle Sagrado", señaló Gonzalo Calderón, CEO de Aranwa Hotels.

La apuesta por conservar el patrimonio no es solo una muestra de respeto por la historia, sino también una estrategia económica inteligente. La experiencia cultural se ha convertido en un factor decisivo para los viajeros modernos, que priorizan la autenticidad por encima del turismo convencional.

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