Adultos mayores requieren mayor cuidado ante Coronavirus
No es la primera vez que nos enfrentamos al Coronavirus. Entre el 2002 y el 2003 en China hubo un brote de una cepa distinta al COVID-19, afectando poco menos de 10 mil personas en más de 25 países. Esta experiencia previa ha permitido que, hasta cierto punto, se conozca un poco más al virus, lo cual ha permitido de forma parcial tener respuestas anticipadas.
Habitualmente, la primera semana de síntomas inicia con molestias o dolores musculares, malestar general, tos y fiebre de bajo grado, que progresivamente escalan a dificultad respiratoria durante la segunda semana de síntomas. En promedio, a los ocho días de enfermedad se empiezan a desarrollar los síntomas severos y al noveno día empiezan los signos clínicos de neumonía o neumonitis.
Fernando Runzer, Coordinador de Investigación de la carrera de Medicina Humana de la Universidad Científica del Sur, cuenta que la incubación del virus va entre 4 a 7 días, lo que significa que cuando una persona es contagiada, puede estar hasta una semana esparciendo la infección sin presentar ninguna manifestación, y esto se cumple para todos los grupos etarios. Es importantísimo recalcar que la transmisión del virus es más probable cuando el paciente tiene síntomas.
Además de las manifestaciones clínicas mencionadas, existen otros factores de riesgo para el desarrollo de infecciones por COVID-19 severas: ser adulto mayor, tener alguna enfermedad crónica (de larga data) o estar inmunocomprometido (defensas bajas): hipertensión arterial, diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma bronquial, cáncer, VIH-SIDA, lupus, artritis reumatoidea, enfermedad renal crónica, enfermedad coronaria, cirrosis hepática, entre otros.
Por diferentes motivos, los adultos mayores son más susceptibles a enfermedad severa por COVID-19: Primero, los mayores de 60 años suelen tener mayor número de enfermedades crónicas, en especial las cardiovasculares y neumológicas. Segundo, el paso de los años suele acompañarse del envejecimiento del sistema inmune, que lo haría más lento para defenderse de infecciones graves. Tercero, si un paciente requiere hospitalizarse por afección por el COVID-19, existe riesgo de infecciones dentro del hospital.
Aún no hay tratamientos farmacológicos ni naturales específicos, por lo que no es responsable compartir información sin verificar su fuente. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en la prevención. Para ello, se recomienda acatar las medidas del gobierno, sobre todo para el adulto mayor:
– Lavado de manos con agua y jabón por al menos 20 segundos, varias veces al día. Se puede complementar el lavado con alcohol en gel si está disponible.
– Mantener una distancia de un metro con otras personas y evitar los saludos de contacto, como abrazos, besos y estrechamiento de manos.
– Toser y/o estornudar cubriendo el rostro con el brazo flexionado.
– En caso de que el adulto mayor tenga alguna condición o enfermedad crónica, se recomienda limpieza (con productos de uso habitual) de sus equipos de salud y de uso personal (glucómetros, tensiómetros, teléfonos celulares, muebles y demás).
– Tanto en domicilio como en residencias geriátricas, el uso de mascarillas está restringido a personas con síntomas y al personal que atiende a personas con síntomas. Evitar el uso de innecesario de mascarillas pues hay muchas personas que las requieren con urgencia y no debemos desabastecer nuestra localidad.
– La vacunación contra influenza y neumococo es recomendada, pero no disminuyen el riesgo de contagio contra COVID-19.
– La principal recomendación es acatar: No salir de casa, el lavado de manos y evitar el contacto con personas. Depende de nosotros evitar el colapso de nuestros servicios de salud. La prevención funciona cuando funcionamos todos como equipo.