Inteligencia emocional: La clave para acceder a cargos de liderazgo

En el pasado, era común pensar que la inteligencia solo se medía en los conocimientos matemáticos o lingüísticos. Sin embargo, hoy se sabe que existen diversos tipos de inteligencias, como la espacial, artística y musical. En el mundo laboral, existe una que cobra gran relevancia por el contexto de incertidumbre en el que vivimos: la inteligencia emocional. Según el reconocido psicólogo Daniel Goleman, quien la dio a conocer en la década de los noventa, esta cualidad es vital para el éxito de un profesional en un puesto de liderazgo, y puede definir el desempeño general de una compañía.

Juan Pablo Marimón, profesor de ESAN Graduate School of Business, nos brinda las claves de por qué es tan importante la inteligencia emocional:

Permite desarrollar habilidades blandas: Cuando uno ingresa por primera vez al mundo laboral, suelen contratarlo por sus habilidades duras, o conocimientos y conceptos adquiridos por los estudios. Pero con el desarrollo profesional, se vuelve vital adquirir otro tipo de habilidades para poder estar a cargo de un grupo y llegar a objetivos comunes. Las más comunes son el trabajo en equipo, la comunicación asertiva o efectiva y liderazgo -que tiene varios tipos como el situacional o transformacional. La inteligencia emocional es transversal a todas ellas y permitirá gestionar las situaciones complejas en la oficina.

Pone énfasis en la comunicación interpersonal e intrapersonal: La comunicación efectiva para evitar malentendidos o herir la sensibilidad de alguien de nuestro equipo será vital al momento de liderar a un grupo de trabajadores. Un aspecto clave para desarrollar nuestra inteligencia emocional es el desarrollo de nuestra autenticidad, ya que esto traerá en consecuencia también el desarrollo de nuestro carisma y definirá cómo nos comunicamos.

Esto implica ser nosotros mismos, y no quien creemos que los demás quieren que seamos. Otra clave es reconocer nuestros tres niveles de comunicación: i) de nosotros hacia los demás, qué y cómo lo decimos; ii) desde afuera hacia nosotros, y iii) nuestra comunicación interna, aquello que nos dice nuestra voz interior. Sí, nuestra voz interior, porque todos tenemos una voz que nos habla, a veces nos juega en contra y otras veces nos empodera. Gestionarla desarrollará nuestra inteligencia emocional.

Nos enseña cómo funciona nuestro cerebro: La mente es la fuente de nuestras emociones y debemos conocerla si queremos tener relaciones laborales exitosas. Un principio es que el orden en el que presentamos nuestras ideas determinará el sentimiento que tenga el recepto de nuestro mensaje. Por ejemplo, si decimos Me encantó mucho tu trabajo de hoy, pero cometiste algunas faltas gramaticales, nuestro personal a cargo se quedará con la parte negativa ubicada en la parte final del mensaje. Por el contrario, si decimos: Aunque cometiste algunas faltas gramaticales, me encantó mucho tu trabajo de hoy, el estado emocional de nuestro colaborador será diferente, será positivo.

Asimismo, en la mente no existe la negación. Solemos decir cosas como No quiero que llegues tarde o No trabajes de aquella manera. Sin embargo, es más efectivo enfocarse en lo positivo, cambiando aquellas frases por Quiero que llegues temprano o Trabaja de esta otra manera. Necesitamos enfocarnos en lo que deseamos, en nuestros objetivos, y no tratar de evitar lo que no deseamos. Esto es un trabajo diario por hacer para cada uno de nosotros.

Se puede desarrollar y fortalecer aún en la virtualidad: El trabajo remoto y en línea ha cambiado la dinámica de trabajo, perdiendo el contacto personal entre trabajadores. Sin embargo, pese a esta situación podemos seguir desarrollando nuestra inteligencia emocional. Si es que tenemos algún inconveniente con un miembro de nuestro equipo, resolverlo mediante un correo o mensaje de texto no es la mejor solución ya que todos los elementos de nuestra comunicación se ven restringidos.

Por el contrario, se recomienda hacer una llamada o videollamada, para que así ambas partes queden claras y la comunicación sea más completa. Ver a la otra persona, incluso a través de una pantalla, permitirá recibir información no verbal como gestos y tonalidad.

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