
Vida familiar en tiempos de COVID-19
Luego de un año de la declaratoria estado de emergencia, son amplios y variadas los efectos que, de manera resiliente y silenciosa, estamos enfrentando todos (padres, madres, adultos, niños y adolescentes), como ha revelado un estudio de la Universidad de la Sabana, aplicado también en el Perú.
Agotamiento físico y mental, insomnio y disminución de la calidad del sueño, creciente percepción de incompetencia de los roles parentales, reducción de la actividad física, incremento de la violencia doméstica y las tensiones en el hogar, sobrecarga de trabajo doméstico para las mujeres, elevado nivel de ansiedad, depresión y estrés, hijos fuera de control, problemas de disciplina, pérdida de relacionamiento social son algunos de las principales consecuencias de la emergencia.
Aunque estos efectos pueden ser abrumadores, la misma encuesta revela las ingeniosas maneras con las cuales las familias se han defendido de la pandemia como el afrontamiento activo, apego a la religión, planificación y encuadre positivo.
La pandemia ha resultado una tormenta perfecta, pues ha fortalecido a las familias que ya eran sólidas y ha debilitado aún más aquellas vulnerables, como las familias de bajos ingresos, o familias con relaciones inestables. Las familias, que tienen una energía propia para proteger a sus miembros, han demostrado ir por delante en la defensa de la vida y de la salud.
Sin embargo, en tiempos de crisis como esta, necesitan ser ayudadas, para cumplir sus funciones de protección social, a través de las políticas públicas y privadas, que incluyen transferencias monetarias, medidas de conciliación, trabajo familiar, ampliación de los servicios de salud, entre otras.
Para el acompañamiento y consejería familiar, el soporte emocional que profesionales preparados pueden ofrecer, también forma parte de las ayudas que las familias están demandando.