Fiebre de vida: Presentan libro sobre un hombre santo

Fiebre de vida es el libro que relata la historia de alguien a quien muchas personas consideran santo. El título resume la actitud frente al mundo de Andrés Aziani, un misionero italiano que llegó al Perú en 1989 y que, desde la simpleza y la humildad, vivió con inmensa alegría y desbordada caridad, además de una extraordinaria atención al prójimo.

El libro fue escrito por Gianni Mereghetti y Gian Corrado Peluso, su gran amigo, quien relata la vida de este personaje que, según afirma, siempre veía a Cristo en cada rostro que tenía por delante. Además, es publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae (UCSS), institución donde Andrés Aziani enseñó por muchos años y que incluso es parte de su obra, pues contribuyó a su fundación con una visión social de acceso a la educación para jóvenes de bajos recursos económicos.

El documento cuenta decenas de testimonios de jóvenes de familias pobres a los que Andrés ayudó encontrándoles trabajo o los medios para hacerles estudiar. Un compromiso discreto, sin alardes ni resonancias de narcisismo, revela el autor.

Es el caso de Sebastiana, una niña de 14 años, huérfana de padre y madre, que dejó Arequipa para trasladarse a Lima. En ese entonces, vivía bajo un puente y se alimentaba de lo que encontraba en la basura. Un día, se le apareció Andrés, se arrodilló frente a ella, le sonrió y le besó los pies diciéndole: Jesús te ama. Luego, comenzó a trabajar como empleada doméstica en la casa donde vivía Aziani junto a otros laicos consagrados. Gracias a él, la joven recuperó la sonrisa e incluso la fe en Dios.

Nacido en Abbiategrasso, Italia, en 1953, Aziani estudió filosofía en la Universidad Estatal de Milán, para luego convertirse en laico consagrado en los Memores Domini, una asociación de derecho pontificio cuyos miembros pertenecen a la fraternidad de Comunión y Liberación, y viven en el mundo en pureza, castidad y obediencia. Así, fue enviado a Lima para cumplir su misión pastoral.

Siempre vistiendo un chullo de lana y sandalias franciscanas, incluso en invierno, Andrés Aziani es recordado por quienes lo conocieron por estar siempre alegre, lleno de vida, deseoso de dar a conocer el misterio de Cristo. Llevaba un ritmo de vida imposible de sostener por una persona normal. Comía y dormía muy poco, tenía un programa diario muy estricto con un coraje revolucionario, nunca se rendía. Quienes estuvieron cerca de él aseguran que solo Dios y su fe le daban la fuerza para afrontar lo cotidiano.

¡Ojalá alguien se enamore de lo que se ha enamorado de nosotros! Pero para ello debemos arder, literalmente arder de pasión por el hombre, para que Cristo llegue a él, se lee en una de las cartas que Aziani escribió a Gian Corrado Peluso, autor del libro. Hacemos todo por Cristo, era una de las frases de este misionero italiano que dedicó su vida a la misión pastoral acompañada de la enseñanza en universidades y en pasar tiempo con las familias pobres.

Andrés Aziani falleció el 30 de julio de 2008, con solo 55 años, a causa de un infarto. Miles de jóvenes estudiantes, ex alumnos y personas que lo conocieron acudieron a despedir su cuerpo, expuesto al público durante tres días, y acompañar un multitudinario entierro en tierras peruanas, donde decidió quedarse. Ocho años después, el 2 de febrero de 2016, Monseñor Lino Panizza, obispo de la Diócesis de Carabayllo, inició la causa de beatificación para este misionero italiano. Y es que los santos son aquellos que se enamoran de los hombres porque están enamorados de Dios, porque ven la carne de Cristo en su prójimo, y Andrés Aziani amaba de esa misma manera.

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