5 consejos para evitar la pérdida y desperdicio de alimentos

Se estima que anualmente se pierde o se desperdicia la tercera parte de los alimentos producidos a nivel mundial, siendo mayor el índice per cápita en países desarrollados. Según la UNEP (United Nations Environment Programme), en 2021 se desperdiciaron más de 931 millones de toneladas de alimentos a nivel de hogares, comercio minorista y el sector de restaurantes, de los cuales 570 millones de toneladas fueron de origen doméstico.

La pérdida y desperdicio de alimentos ocurre a lo largo de su cadena de valor. A nivel doméstico, esta puede darse al momento de la compra, durante la preparación, el consumo, y finalmente cuando es desechado.

Ante este contexto es importante tener en cuenta ciertos factores como prácticas de compra, un correcto almacenamiento, prácticas de preparación y consumo. En esta oportunidad, Oscar Jordán, director de Escuela de Ingeniería en Industrias Alimentarias de la Universidad Le Cordon Bleu, señala 5 consejos principales para evitarlo a nivel doméstico:

Evitar los excesos: Procure comprar la cantidad necesaria, principalmente si se trata de alimentos perecibles. Calcule cuántos habitantes hay en su hogar y lleve un control de lo que se consume realmente.

Aprovechar al máximo: Existen algunos residuos como tallos, hojas, cáscaras, o pepas que pueden ser empleados para la preparación de otros alimentos, o como abonos naturales. También puede consumir la comida excedente en vez de preparar una nueva, siempre y cuando esté en buen estado.

Conservar los alimentos de manera segura: Proteja a los granos de infestaciones de gorgojos y polillas, mantenga la cadena de frío en alimentos como carnes, lácteos, y ciertas frutas, aísle de la humedad los alimentos secos.

Consumir lo que está primero por vencer o pudrirse: Si tenemos productos almacenados sin usar, debe darse prioridad a su consumo o de lo contrario practicar el hábito de compartir y/o donar.

Educarse en el tema: Lea, analice, observe y aplique conocimientos en conservación, preparación y consumo que optimicen el empleo de un alimento.

«Podemos adoptar el principio de las 3 R, que está basado en reducir, reciclar y reutilizar. Es importante recordar que los alimentos tienen una parte comestible y otra no comestible, esta última puede reciclarse; mientras que las cáscaras, pepas, hojas, tallos pueden reutilizarse en nuevas preparaciones culinarias, y/o aplicaciones secundarias (cosmética natural, medicina, fertilizantes, etc.). Igualmente, existe la posibilidad de emplearlas como abono orgánico o alimento para animales de corral», señala Óscar Jordan.

Actualmente, los alimentos se desperdician por falta de información con respecto a la preparación, conservación y disposición final. Esto en parte también se atribuye a patrones de consumo, por ejemplo, existen personas que comen la manzana con cáscara y otras que no, algunas personas retiran el pellejo del pollo para solo usar la parte magra, el arroz del día anterior se descarta en lugar de volver a usarlo una preparación que lo admita, entre otros ejemplos más.

«La abundancia de ciertos productos, sumado a un bajo precio, ocasiona que el consumidor los valore poco, y por consecuencia su desperdicio se normalice. Por ello, la reflexión que nos queda ante esta problemática es brindar mayor énfasis sobre educación alimentaria en las escuelas, dado que su implicancia trasciende al plano económico, de salud y medioambiental», finaliza Óscar Jordan, director de la Escuela de Ingeniería en Industrias Alimentarias de la Universidad Le Cordon Bleu.

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