El Clásico, más que un partido de fútbol

El pasado primero de marzo se disputó el último clásico, dícese el partido de fútbol entre el Real Madrid y el FC Barcelona. Una disputa deportiva que trasciende mucho más allá del terreno de juego, hasta lo simbólico, la política, la economía o la comunicación, entre otros. Apenas diez días después del partido que congregó a 85,000 personas en el Santiago Bernabeu de Madrid y que fue seguido por no menos de 650 millones de telespectadores en todo el mundo, hoy el resultado es lo de menos. Tal vez (ahora) la pregunta sería: ¿cuántas personas se contagiaron de COVID-19 en el estadio o en los bares de Barcelona o Madrid o cualquier otra ciudad española o mundial con motivo de la socialización derivada del mismo? Una nueva dimensión del clásico, desconocida o inesperada hasta la fecha, pero a la que debemos irnos acostumbrando ahora que el deporte mundial se ha detenido y las aglomeraciones de personas se han prohibido en una buena parte del planeta.

Pérdidas, pérdidas y pérdidas económicas claman los mandamases que gestionan las competiciones deportivas canceladas como fichas de dominó durante los últimos días. Efectivamente, hoy parece una quimera asistir a un «clásico» tal y como hacíamos, prácticamente impasibles, hace solo dos semanas. Representantes de «La Liga» braman por un agujero que estiman en unos 700 millones de euros si el campeonato español no pudiese reanudarse.

De hecho, solo el clásico, el partido más importante de la competición, que se disputa (al menos) dos veces por temporada supone una ingente máquina de producir beneficios, ya que congrega a una audiencia potencial mundial de 650 millones de personas (casi 15 veces la población española) en 183 países de los 192 del mundo, a través de 325 canales de televisión.

Si bien resulta complicado determinar el impacto económico individual del «clásico», sí que es factible arrojar luz sobre el peso conjunto del Real Madrid y del FC Barcelona en la economía española: actualmente de un 0,12 % del total del PIB nacional, puesto que, aunque el mercado español no sea el más rico y desarrollado de Europa por lo que a los ingresos respecta, ambos clubes son líderes a escala global y dentro del mercado futbolístico. Es decir, actualmente por cada 1,000 euros producidos en la economía española, 1,20 euros provienen de ambos clubes, ratio que se ha triplicado desde inicios del siglo XXI.

Con una facturación conjunta de casi 1,600 millones de euros anuales (cifra para 2019), ambas marcas ya han trascendido a su país de origen y hoy producen impactos a escala planetaria. Además de los altos ingresos, ambos clubes son altamente eficientes en su comunicación global. Prueba de ello es que tanto el FC Barcelona como el Real Madrid tienen más de 250 millones de aficionados en redes sociales.

Precisamente acaba de producirse un sorpasso en el ranking mundial de ingresos, alcanzando en 2019 el FC Barcelona la primera posición en detrimento del Real Madrid, según el reciente estudio Football Money League que elabora anualmente la consultora Deloitte. Ello ha sido posible gracias al incremento del 21.8% de su facturación durante el último ejercicio, hasta los 840,8 millones de euros.

El Real Madrid ha venido siendo tradicionalmente el club deportivo de mayores ingresos del mundo. Si bien, perdió dicho liderazgo a manos precisamente del FC Barcelona en 2019, facturó la última temporada su propio record de 757 millones de euros, de los que también algo más de 340 vinieron directamente generados por el departamento de marketing (Fly Emirates y Adidas son sus principales sponsors).

Los madrileños han logrado también crear un círculo virtuoso en su gestión, ya que contemporáneamente a una elevada inversión en contrataciones y unos altos salarios, han sido capaces de mantener el control presupuestario, incluida la expansión de su solidez financiera. Al igual que en el caso del Barcelona, si bien el rendimiento deportivo está directamente ligado a la facturación, la gestión comercial y financiera de ambos clubes supone un ejemplo frente a los denominados clubes-estado, ya que han sido capaces de reducir la dependencia de los ingresos por TV, apoyándose en la explotación de sus activos y liderar, por tanto, la clasificación de facturación de clubes deportivos a escala global.

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